19 de março de 2014

LOS PILARES DE LA EDUCACION ESTAN JUNTOS, Juan Carlos Tedesco

                  Creo que sólo dos temas educativos logran atraer la atención prioritaria de la prensa internacional: PISA y la violencia en las escuelas. Cada vez que salen los resultados de PISA se produce una conmoción que suele durar unos pocos días, pero que provoca reacciones emocionales, técnicas y políticas muy importantes: renuncias de funcionarios, creación de comités de crisis, lamentos, condenas y análisis técnicos sofisticados para explicar variaciones que, generalmente, son tan pequeñas que sólo se explican por factores estadísticos. Lo mismo sucede, sin la regularidad planificada de los exámenes de PISA, cada vez que se produce algún hecho de violencia en las escuelas: la prensa se ocupa de difundir testimonios de los protagonistas, los funcionarios brindan sus explicaciones, se trata de mitigar el impacto en las víctimas y, pocos días después, el hecho pasa al olvido. Ambos fenómenos - logros cognitivos y violencia como forma de resolver los conflictos - aparecen disociados y formando parte de universos conceptuales y políticos diferentes.
El ya clásico Informe Delors (“La Educación encierra un tesoro” ) postuló hace bastante tiempo la vigencia de los pilares de la educación del siglo XXI, donde se destacaba la centralidad del aprender a aprender desde el punto de vista cognitivo y el aprender a vivir juntos desde el punto de vista social. Pero dicho  Informe también enfatizaba la necesidad de considerar esos pilares como un bloque único y no como dimensiones disociadas en las estrategias educativas. No es posible justificar malos resultados en PISA diciendo, como lo hiciera un ministro recientemente, que lo importante era formar jóvenes solidarios. La solidaridad que reclama la sociedad del conocimiento es muy exigente en términos de manejo de información y de capacidad de reflexión. Pero tampoco se trata de desarrollar competencias cognitivas disociadas de valores ético-sociales dirigidos a construir sociedades más justas, como puede ser el caso de algunos de los que ocupan los primeros puestos en las tablas de posiciones de PISA. Una política de este tipo puede llevarnos a destinos ya conocidos en la historia de la humanidad, donde personas cognitivamente muy avanzadas fueron capaces de cometer las peores atrocidades.
                  Vincular aprender a aprender y aprender a vivir juntos es una exigencia fundamental de las estrategias educativas destinadas a lograr el desarrollo integral de los sujetos.  En este sentido, la prioridad no está tanto en diseñar sistemas de evaluación de logros de aprendizaje en valores y conductas sino en definir las estrategias que permitan enseñar y aprender efectivamente esas conductas y esos valores. El esfuerzo pedagógico debemos ponerlo en promover experiencias de aprendizaje que permitan articular las competencias cognitivas con el desarrollo de la conciencia moral. En la construcción de estos saberes es necesario que dediquemos un esfuerzo significativo destinado a conocer las nuevas dinámicas socio-culturales asociadas a la cultura de los ghetos, la cultura de las redes sociales, la cultura promovida por los video-juegos y las representaciones que tienen los jóvenes sobre los “otros”. Las distancias culturales que existen hoy entre diferentes sectores de población son tan profundas que los educadores tenemos muchas veces la sensación de estar trabajando en terrenos completamente extraños y desconocidos.
                  Al contrario de lo que postulan algunas corrientes populistas en materia de educación, el conocimiento de los patrones culturales de nuestros estudiantes es el punto de partida de un proceso pedagógico destinado a modificarlos. No se trata de adaptarnos a esos patrones, ya que esa adaptación es la forma más sutil de exclusión. El punto de partida no puede constituirse en el punto de llegada. Pero ya que hoy existe una fuerte corriente basada en la idea de la evaluación como instrumento para mejorar la calidad de las demandas educativas y, por esa vía, de los aprendizajes, no sería banal sugerir a los diseñadores de las pruebas internacionales (y nacionales), que los ejercicios destinados a medir competencias cognitivas incorporen también la dimensión ética, en lugar de diseñar pruebas específicas para medir comportamientos ciudadanos disociados de la capacidad de manejar información. 
Juan Carlos Tedesco

Universidad Nacional de San Martín (Argentina)

Nenhum comentário:

Postar um comentário