31 de maio de 2012

“Hay que reconocer que algunos jóvenes no pueden seguir en la escuela”



Entrevista con Anne Lauvergeon, consejera delegada de Areva, líder mundial en el sector de la energía nuclear

Anne Lauvergeon. / JEAN-CLAUDE COUTAUSSE
Pregunta. La educación es una de las preocupaciones fundamentales de nuestra sociedad. ¿Cómo la abordan las empresas?
Respuesta. Las empresas comparten esa preocupación. La capacitacion es un elemento crucial en la competitividad mundial. Tanto la formación inmediata, es decir, en los primeros años posteriores a la contratación, como la formación facilitada más adelante, para permitir la evolución profesional.
Sin embargo, hoy podemos comprobar que son muchos los jóvenes que se salen del sistema educativo sin nada en las manos. Cada año, alrededor de 150.000 estudiantes abandonan la educación secundaria sin tener ningún diploma, y se calcula que hay aproximadamente 80.000 estudiantes sin ninguna cualificación concreta.
P. Usted procede de una École Normale Supérieur, es catedrática de física y ha dirigido grandes grupos empresariales. ¿Qué opinión tiene del sistema educativo francés?
Deberíamos poder implantar un periodo
en alguna empresa
en todos los cursos
del bachillerato
R. Funciona muy bien para la excelencia académica y bien para quienes tienen la capacidad de llevar sus estudios lo más lejos posible. Francia tiene una gran ambición. Pretende que el 80% de los alumnos de un curso obtenga el título de bachillerato y el 50% el nivel de dos años más. Por otra parte, nuestros sistemas toleran mal los perfiles atípicos, los periodos de depresión, sobre todo en la adolescencia. Y, como el fracaso está prohibido en nuestra sociedad, no tenemos organizado ningún sistema de recuperación. Ahora bien, no vamos a tener jamás un sistema en el que todos los jóvenes sean felices hasta los 16 años en una enseñanza de tipo general. Por supuesto que es necesario preservar el ideal de mantener lo máximo posible a los jóvenes en la escuela, pero también hay que ser pragmáticos y reconocer que, para algunos, eso no es posible. Somos terriblemente normativos. Preferimos que unos jóvenes fracasen y no continúen que buscar soluciones distintas para ellos. Es una forma horrible de no respetarlos.
P. Entre los estudiantes que abandonan, ¿no existe un auténtico problema de orientación?
R. En efecto, es un verdadero problema. Por eso estoy firmemente convencida del acercamiento entre el mundo de la empresa y el mundo de la educación. Recuerdo haber tenido en CM1 (tercero de primaria) a una maestra muy atípica que nos llevó a visitar fábricas y una central nuclear. Hoy, por desgracia, las visitas son menos frecuentes por los problemas de seguridad. Las prácticas en empresas que se hacen en tercero de collège (equivalente a la ESO) me parecen muy útiles porque son una buena forma de conectar con el mundo del trabajo. Pero deberíamos poder hacer más: por ejemplo, un periodo en alguna empresa todos los cursos del bachillerato. Asimismo, los hombres y mujeres del mundo empresarial deberían ir más a los centros escolares a explicar lo que hacen. Muchos están dispuestos.
P. ¿Nuestro sistema educativo está construido de tal forma que obliga a que los mejores alumnos vayan a las clases preparatorias para lasGrandes Écoles, mientras que la universidad se considera un último recurso?
R. Es preciso mantener un sistema de excelencia para los mejores alumnos y, al mismo tiempo, devolver a la universidad todo su atractivo. Debemos preocuparnos por los que tienen más dificultades. Hay que establecer redes de recuperación, pasarelas hacia el mundo laboral, para intentar romper el círculo vicioso del fracaso.
P. Usted es presidenta del fondo A2i (Agir pour l’insertion dans l’industrie, Actuar para la inserción en la industria), que contribuye a la inserción sociolaboral de los jóvenes alejados de los puestos de trabajo. ¿Qué objetivos tiene y qué resultados ha logrado?
R. Ante todo, una constatación: por un lado, hay numerosas empresas que no encuentran a las personas con las aptitudes que necesitan y, por tanto, ven frenado su desarrollo, y, por otro, numerosos jóvenes que no poseen una cualificación adecuada y no encuentran trabajo.
El fondo A2i, creado por la UIMM (Unión des Industries et de Métiers de la Métallurgie, Unión de Industrias y Oficios de la Metalurgia) y dotado con 70 millones de euros, financia ya 88 actuaciones, entre ellas la Escuela de Producción de Lille, basada en una pedagogía de "hacer para aprender" y en una actividad económica real con clientes y encargos que hay que cumplir. Esos jóvenes, que habían abandonado la escuela, descubren el mundo de la industria, cobran un sueldo, recuperan la confianza y, en algunos casos, reanudan sus estudios.
P. Hoy en día, cuando uno es un buen alumno, es obligatorio que haga el bachillerato de ciencias. ¿No habría que revalorizar también la rama de letras?
R. Hace 60 años ocurría al revés. Somos muy conformistas. Y eso es reflejo de la sociedad francesa, que se caracteriza al mismo tiempo por un igualitarismo republicano y unas oposiciones de lo más elitistas, un modelo chino importado por los jesuitas en el siglo XVIII: una gran oposición nacional, con las mismas pruebas para todos. En función del éxito, uno pasa a formar parte de la élite o no.
Las desigualdades de la maternal se hacen cada vez más profundas. No recuerdo si hace 25 años nos fijábamos en la diferencia de vocabulario que podía existir entre dos niños que entran a los tres años en el sistema escolar. Si queremos defender la igualdad de oportunidades, tenemos que adaptarnos a la realidad y reconocer que los niños que tienen menos vocabulario tendrán más dificultades para el aprendizaje de la lectura. La escuela debe tener en cuenta estas disparidades y ayudar a quienes, a priori, lo van a tener más difícil. El paso a la lectura es fundamental. Un niño que siente que las cosas van mal desde el principio puede acabar abandonando en el futuro si no se le ayuda de inmediato.
P. ¿En qué países podría inspirarse el sistema educativo?
R. El sistema finlandés es atractivo: lo que se juzga no es al alumno sino a la clase en su conjunto. Se valora la solidaridad, y los mejores alumnos están encargados de ocuparse de quienes van peor. Otro ejemplo: Brasil. En ese país, se valora lo que consigue el alumno, y no, como en Francia, lo que no consigue. Quizá habría que felicitar al alumno por lo que sabe hacer en lugar de seguir destacando lo que hace mal. No sé si eso procede de la relación con el fracaso que tenemos en Francia en general, o si la relación que tenemos en Francia con el fracaso procede del sistema educativo. Lo que está claro es que las dos cosas se alimentan entre sí. En Estados Unidos, uno crea una empresa y, si quiebra, no pasa nada, crea otra y considera que ha aprendido del fracaso anterior. En Francia, se queda con el estigma del fracaso.
P. ¿Cómo conseguir que las empresas contraten también para puestos elevados a jóvenes recién salidos de la universidad?
R. En Francia no se reconoce la formación a través de la investigación. Y, sin embargo, es excelente. Lo ha demostrado al otro lado del Rin, donde el título más envidiado es el de Doktor.
Las empresas francesas con gran presencia en Alemania lo saben. La competitividad de las aptitudes será clave en el futuro. Las empresas necesitan todos los elementos.

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