17 de abril de 2012

Rentabilidad privada y otros beneficios de la educación superior en Chile

Debate interesante sobre la rentabilidad privada y otros beneficios de la masificación de la educación superior en Chile entre Sergio Urzua, economista de CEP y UMaryland, y José Joaquín Brunner, sociologo de la Universidad Diego Portales.

Gregory

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El Mercurio

13 de abril de 2012 
Dudas respecto de la rentabilidad privada de la educación superior  Sergio  Urzúa  (autor)

Sergio  Urzúa, Centro de Estudios Publicos, Universidad de Maryland

En un trabajo académico reciente, planteo dudas fundadas respecto de los beneficios económicos asociados al paso por el sistema de educación superior.

La lógica del argumento es sencilla. En 20 años, el número de matriculados en el sistema de educación superior se ha más que quintuplicado, alcanzando en 2010 los 940.164 estudiantes (13% de crecimiento entre el 2009 y el 2010). Las familias han operado bajo un lugar común: educación superior, particularmente la universitaria, es sinónimo de un próspero futuro. Al mismo tiempo, las políticas públicas han apuntado a aumentar cobertura y disminuir deserción, bajo la lógica del endeudamiento. Todo motivado por las diferencias históricas en los ingresos promedio que emergen de la comparación de aquellos con y sin estudios superiores. Entonces, por ejemplo, aquellos estudiantes de primera generación (con padres sin estudios superiores) podrían endeudarse: sus eventuales altos salarios post titulación asegurarían su capacidad de pago.

Sin embargo, esta lógica debe ser revisada. Primero, los jóvenes de primera generación tienen, en términos relativos, mayores tasas de deserción (60% más alta que el resto). Segundo, el mercado laboral premia significativamente al titulado, no al desertor (las diferencias en ingresos autónomos de quienes "pasan" versus quienes se titulan pueden superan el 50%). Tercero, el aumento en la oferta de individuos con títulos terciarios ha presionado a la baja sus salarios. Cuarto, las diferencias en ingresos que debían "incentivar" a los jóvenes a ir al sistema de educación superior no consideraban los costos totales (incluido costo de oportunidad) de los estudios superiores. Finalmente, la institucionalidad no ha generado incentivos que aseguren la calidad en el sistema.

¿Es culpa del mercado? No. Éste opera con las reglas del juego que se establecen. El problema ha sido la falta de información. Los jóvenes no tienen otra opción que matricularse en instituciones que "parecen" buenas, pero "parecer" es muy distinto de "ser".

Por suerte, y luego de una larga espera, hemos finalmente tenido acceso a información de los salarios de los egresados por carrera y universidad (www.mifuturo.cl). Nos guste o no, es lo que hay para evaluar la calidad de los egresados por universidad. No es valor agregado, es el precio de mercado.

Los resultados sugieren que no es obvio que, incluso entre los titulados universitarios, los beneficios económicos superen los costos de estudiar. Pero, ¿cómo puede ser? Por ejemplo, el costo anual de periodismo en una determinada universidad es $3.580.000. La duración efectiva de dicha carrera en esta universidad es cercana a los 14 semestres, lo que sugiere un costo total superior a los $25 millones. El salario del titulado promedio de esta universidad está en torno a los $750 mil (cuarto año de egreso). Entonces, si el titulado promedio tiene ese sueldo, es posible imaginar que algunos tendrán sueldos, digamos, en torno a los $500 mil o $6 millones anuales. ¿Es responsable promover el endeudamiento si no se está informado de que es posible que -incluso destinando un cuarto del sueldo- la deuda no se cancele antes de 15 años (¡con tasa de interés igual a 0!)? Considere un último ingrediente: El sueldo de quienes no pasaron por la educación superior, ahorrándose costos monetarios y psíquicos, puede superar los $4,5 millones anuales. Este no es un ejemplo aislado. Para cerca de un 50% de los titulados de periodismo, no es posible asegurar un retorno privado positivo. Esto puede explicar, en parte, el apoyo ciudadano al movimiento estudiantil del año pasado.

El sistema ha crecido en forma desordenada, con un consumidor representativo muy desinformado. Por ahora, la evidencia sugiere mayor precaución al momento de asumir que el rey está vestido, cuando puede estar desnudo.

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El Mercurio
¿Educación para todos?
15 de abril de 2012
José Joaquín Brunner, Universidad Diego Portales

Quienes nacieron en la época en que el acceso a la universidad era una experiencia de élite (...) tienen dificultad para aceptar la masificación de esa experiencia.

A lo largo de la historia, los procesos de masificación educacional han sido rechazados o resistidos por quienes gozan de un alto estatus cultural. Utilizan para ello una batería argumental cuya lógica posee un inconfundible sello estamental (aristocratizante). Una expresión paradigmática se encuentra en el alegato realizado por un diputado tory ante la Cámara de los Comunes, en1807.

Sostenía él que por aparentemente plausible que aparezca la idea de extender la educación (elemental) a la clase laboriosa de los pobres, en la práctica acarrearía consecuencias negativas para ellos y la sociedad: les enseñaría a despreciar su posición en la vida en vez de hacerlos buenos servidores en la agricultura y otras ocupaciones productivas; en vez de inculcarles la virtud de la subordinación, los convertiría en rebeldes y refractarios; los habilitaría para leer "panfletos sediciosos, libros viciosos y publicaciones contrarias al cristianismo", y los volvería insolentes con sus superiores, obligando al legislador a dirigir "el vigoroso brazo del poder" precisamente contra aquellos que se buscaba beneficiar.

Así, la educación masiva, universal, terminaba perjudicando la moral y felicidad de los pobres.

Argumentos similares fueron esgrimidos en Chile por los grupos conservadores contra liberales, laicos y radicales, durante la larga tramitación de la ley de instrucción primaria obligatoria a comienzos del siglo XX. Sostuvieron que no era necesario y que carecía de sentido incluir a todos en la cultura escolarizada. Que los padres debían decidir si mandar o no a sus hijas e hijos al colegio. Que enviarlos compulsivamente provocaría un exceso de jóvenes educados; la economía no podría absorber tal masa (semi)ilustrada. Al fin, se extendería el descontento y la lucha de clases y, con ello, la necesidad de la represión.

Hoy vemos que, de manera más sofisticada y tecnocrática y con un sesgo menos clasista, similares elementos vuelven a invocarse para contener y oponerse a la universalización de la educación terciaria. Quienes nacieron en la época en que el acceso a la universidad era una experiencia de élite, reservada a una minoría selecta -los herederos de la alta cultura los llama Bourdieu-, tienen dificultad para aceptar la masificación de esa experiencia y su progresiva desacralización y pérdida de efecto carismático. De allí, asimismo, su fascinación con universidades de nicho, altamente selectivas, situadas en los jardines del contrafuerte cordillerano, o con universidades mayores, pero igualmente selectivas a las cuales sólo acceden "los mejores y más brillantes" de cada generación. Universidades, por ende, portadoras de alguna distinción: de clase, mérito, sentido misional, sensibilidad estética, espíritu aristocrático o membresía en redes de élite.

Al contrario, la educación terciaria masiva es cualquier cosa, menos distinguida. Es numerosa, variopinta, sin drama, vulgar, hermana de la televisión abierta, cortada a la altura del "hombre medio", como lo llamó Ortega y Gasset. No es portadora de señas de prestigio, carece de estilo, no se sujeta al canon de los grandes libros, es francamente utilitaria, atiende una demanda masiva; incluso suele acusársele de ser mesocráticamente "siútica", como cuando se viste o viste a sus graduados de toga y birrete.

Contra ella, ¿qué se argumenta? Que produce un exceso de técnicos y profesionales (semi)cultos. Que los prepara para un mercado ocupacional ya saturado. Que forma un ejército potencial de desempleados. Que rebaja el estatus de las grandes profesiones. Que deteriora la calidad de los estudios superiores y condena a numerosos graduados a obtener un retorno negativo para su inversión educacional. ¡ Nihil novum... !

El error conservador reside en creer que la educación no tiene que ver con la dignidad de las personas, su identidad personal y proyectos, sino sólo con el homo economicus y la rentabilidad de sus inversiones. En confundir lo que es un derecho con una mera utilidad. En estimar que la alta cultura vale más por excluir que por ser inclusiva. Y que las masas, el hombre medio, debieran contentarse con una educación secundaria o capacitación laboral, sin aspirar a aquello que estaría por encima de sus posibilidades.

"El error conservador reside en creer que la educación no tiene que ver con la dignidad de las personas, su identidad personal y proyectos, sino sólo con el homo economicus y la rentabilidad de sus inversiones".

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Gregory Elacqua
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Director
Instituto de Políticas Publicas
Facultad de Economía y Empresa
Universidad Diego Portales
Ejército 260
Santiago, Chile
56-2-676-2800
56-09-6-206-5993
gregory.elacqua@udp.cl
www.politicaspublicas.udp.cl

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