7 de abril de 2011

La violencia del mundo: Edgard Morin y Jean Baudrillard


Jean Baudrillard – Edgar Morin
Capital Intelectual.Trad. Pedro Ubertone, Buenos Aires, 2011
Dos de las más grandes pensadores franceses contemporáneos se dan cita en este volumen que recoge sendas charlas, dadas en 2003 en París, y las  correspondientes intervenciones del público, en el marco de los llamados Jueves del Instituto del Mundo Árabe y de un programa con debate en el canal France Culture.
El eje de tales reflexiones es, claro está, la violencia, en particular tras los atentados a las Torres Gemelas en Nueva York del 11 de septiembre de 2001; pero lejos de limitarse a aquella hecatombe, uno y otro filósofo piensan e invitan a pensar sobre el trasfondo de cuanto ocurre en el mundo occidental y a escala planetaria, explorando a tal fin múltiples factores; entre ellos, incluso, las tendencias autodestructivas que anidan en los grandes imperios. Baudrillard (1921-2007) llega a afirmar: «Se ha dicho: “Dios mismo no puede declararse la guerra”. ¡Y bien, sí! Occidente, en posición de Dios (de todo-poderosa potencia divina y de legitimidad moral absoluta) se torna suicida, y se declara la guerra a si mismo.»
Esta proposición, sorprendente y en apariencia paradójica, es escoltada por un sutil razonamiento que incluso pone el foco sobre la peculiar arquitectura de las Twin Towers –más que rascacielos, torres bélicas, una suerte de mamuts blindados- para sugerir: “Los hechos parecen haber transcurrido como si la potencia que portaban esas torres hubiera perdido bruscamente toda energía (…) como si esa opulencia arrogante hubiera cedido por el efecto de un esfuerzo demasiado intenso: aquel empeño justamente de querer siempre ser el único modelo del mundo…”
A su turno, Edgar Morin (París, 1921), gran impulsor de la necesidad de ejercitar un “pensamiento complejo” (analizar y comprender los hechos desde todos los abordajes posibles, simultáneamente) despliega en su exposición una visión que podría caracterizarse como un evangelio de la perdición: porque estaremos todos perdidos, seamos hermanos. Pero, al propio tiempo, enfatiza la frecuencia con que, en la historia, se producen acontecimientos y caminos que, a todas luces, eran altamente improbables. Y remarca la importancia de que las acciones locales, lo concreto de una acción ciudadana posible en pequeña escala, se vinculen con una política mundial. Lo que Morin llama “política del hombre”.
Imposible detallar, aquí, la riqueza de estas exposiciones a cargo de dos espíritus geniales de nuestra época: Baudrillard, quien ha insistido en la idea de que se vive una hiperrealidad, sobre todo en la sociedad estadounidense: una sociedad del simulacro y de la copia de lo real. Es célebre su frase: “La guerra de Afganistán no ha sido una guerra, pero lo que nos han dicho los medios sobre ella no ha sido tampoco información (…) En cuanto a Morin, al igual que Baudrillard, que participó activamente en las jornadas del 68, es también un hombre comprometido con las luchas de su tiempo: tanto las de la Resistencia anti-nazi, cuando fue perseguido por la Gestapo, como las político-partidarias más enconadas.
Es éste un libro que ayuda a pensar y a superar las visiones que se limitan a lo coyuntural, para bucear en nuestra temporalidad compleja, dinámica y global.
Jorge Ariel Madrazo
La violencia del mundo
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