24 de fevereiro de 2011

¿Por qué toman alcohol los jóvenes?


Por Alejandro Rozitchner
Especial para lanacion.com

Jueves 24 de febrero de 2011 
Por lo mismo que los adultos. No tanto por el sabor sino por el efecto. Hay una cierta hipocresía social acerca de este tema, que nos impide ver claro que el alcohol "pega" y que en eso consiste su éxito. Es una droga; una droga legal, pero una droga. Y aun más: una droga encantadora, sensacional, socializante, divertida, accesible, barata, generalmente manejable. Los chicos toman alcohol para sentir la libertad y la distensión que a los adultos tanto nos gusta sentir al tomar cerveza, vino, champagne o whisky. El problema es que mientras los adultos pueden manejar su consumo, por experiencia y porque la madurez aumenta la capacidad de autoconocimiento y autocontrol, los chicos no evalúan correctamente los peligros y pueden dañarse severamente.
El consumo de alcohol adolescente es uno de los temas más preocupantes para los padres que adoran a sus hijos, un tema que quita el sueño y genera una comprensible angustia. El problema merece ser abordado seria e imaginativamente.
¿Por qué los adultos no logran evitar que los jóvenes se maten bebiendo?
Hay varias respuestas posibles:

  • Porque no se preocupan verdaderamente por ellos y creen que decir lo que debe hacerse equivale a educar (lo que es falso: educar es ayudar a crecer, no enunciar distantemente qué está bien y qué está mal, y encima hacerlo con enojo o decepción).

  • Porque no saben tratar con los chicos cuando estos empiezan a hacerse adultos (tal vez porque tampoco encontraron para sí mismos las respuestas que los chicos están buscando y suelen pedir con una desesperación que hace tambalear todo a su paso).

  • Porque por más que dicen que no hay que tomar de más ellos mismos lo hacen (un poco al modo en que muchos adultos de hoy dicen con indignación "los chicos no leen", olvidando que jamás los verán con un libro en la mano).

  • Porque la complejidad del tema supera los recursos espontáneos de la paternidad bienintencionada y pide esfuerzos de comunicación y empatía con los que esos adultos no cuentan.
¿Qué efecto tiene el alcohol como droga? Como todas las drogas, el alcohol tiene un efecto sobre la personalidad y no sólo sobre el cuerpo genérico. Hay quien se pone eufórico, hay quien se marea, hay quien siente mucho sueño; hay quien se pone divertido y se acerca a la persona que le gusta, hay quien se pone agresivo y se pelea hasta con los amigos a los que más quiere.

Como todas las drogas, el alcohol tiene un efecto sobre la personalidad y no sólo sobre el cuerpo genérico
El efecto general podría ser descripto como el de la desinhibición: hace más livianas las cosas que resultan difíciles, da aire a situaciones de encierro, muestra nuevas perspectivas de vida, da coraje a quien se siente decaído, pero también aumenta la sensación de desesperación en quien tiene tendencia a ella, etc. ¿Son buenas estas cosas? Digamos que entre adultos responsables este consumo puede ser evaluado positivamente como relajante o como un buen aterrizaje para días exigentes, pero esto requiere ser capaz de mantenerse en dosis razonables.
¿Por qué algunos chicos llegan al coma alcohólico y otros no?
Debe haber razones circunstanciales inmanejables, pero también es cierto y comprobable que los adolescentes que no saben cuidarse son por lo general los que no están siendo bien queridos, es decir, los que no sienten el contacto, la cercanía, la intimidad, con adultos comprensivos y maduros (hay muchas personas con apariencia adulta que no lo es en realidad).
Los chicos que corren más peligros son los que no tienen adultos emotivamente cercanos que los ayuden a entenderse y a entender el mundo siempre complejo con el que los humanos tenemos que enfrentarnos. Porque un gran amor que no sabe generar esta cercanía no es más que una emoción remota, escondida, casi diríamos un amor no realizado. No se trata tanto de decir cuánto quiere uno a sus hijos, sino de hacer las cosas a las que ese amor nos compromete y jugarnos por él.
La mejor manera de ayudar a un adolescente a enfrentar las dificultades que plantea el alcohol (la necesidad de encontrar una medida, el poder negarse a la presión de los pares, la posibilidad de evitar la solución rápida a las angustias excesivas propias del desarrollo) es hablar con él, de sus emociones y de las propias (es decir, que los adultos no se sitúen en una posición superior como si lo tuvieran ya todo resuelto y abran también su verdad al contacto).

La mejor manera de ayudar a un adolescente a enfrentar las dificultades que plantea el alcohol es hablar con él, de sus emociones y de las propias
Nada puede salvar a los chicos de los peligros del mundo, pero la intimidad bien vivida con adultos amantes es lo más parecido a un poder protector que los acompañará siempre.
¿Cómo hacer entonces para resolver el problema?
Hay que tener en cuenta que el alcohol acompaña desde siempre a la civilización humana, en todas partes del mundo. Son buenas las restricciones de venta a los menores de edad, los controles estrictos en boliches, etc. Pero no son la solución completa.
Para poder cuidar a los chicos de los peligros de una ingesta excesiva, o de un hábito temprano, es necesario:
1) Entender por qué el efecto del alcohol es tan buscado (no simplificar este punto, que es clave, en una niebla moral falta de realidad).
2) Dar información realista acerca de los peligros, es decir, enseñar a tomar (no mezcles, no manejes, tomá mucho agua, pará a tiempo, negarse no es de persona débil sino lo contrario), es decir.
3) Ayudarlos a mejorar el control respecto de sus acciones (es decir, ayudarlos a madurar, tratando no sólo el tema del alcohol sino las otras cuestiones que les preocupan)
4) Ayudarlos a dar rienda suelta a su libertad creativa y productiva, lo que equivale a;
5) Ayudarlos a madurar pero mediante una capacitación en la lucha por sus deseos, porque la insistencia en el deber, y sobre todo en un deber desangelado, jamás resultó saludable para nadie.
Para todo eso los adultos tienen que aprender:
a hablar con los chicos (a hablar, no a putearlos o enseñarles desde una posición superior dudosa: hablar es compartir), y a controlar ellos mismos sus propios excesos.
Un último punto: si los adultos se la pasan quejándose de todo, despreciando al mundo, creyendo que la crítica es inteligencia (que no lo es, ni lo fue nunca), luego no tienen que sorprenderse de la apatía de sus hijos, ¿qué mundo les entregan, como escenario de vida posible? Adolescente que no aprende a volar se emborracha hasta el desmayo.

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