24 de outubro de 2010

Cecilia María Vélez

¿Y ahora cómo hacer para que aprendan?

La clase de la ex ministra en Harvard

Por: Pablo Correa / Enviado especial a Boston
Visitamos a Cecilia María Vélez, que se estrenó como profesora en la prestigiosa universidad, para escuchar sus reflexiones sobre la calidad de la educación.
Cecilia María Vélez, ex Ministra de Educación
Foto: Pablo Correa
Cecilia María Vélez está a cargo de una cátedra sobre diseño de políticas públicas en la Universidad de Harvard. Sus alumnos son de distintas nacionalidades.

Estudiantes de distintas nacionalidades van llegando uno tras otro al sótano de la Gutman Library, un edificio bien iluminado gracias a los amplios ventanales de su fachada. Reina el silencio en este acogedor rincón de la Universidad de Harvard. Uno de los alumnos, americano, mata el tiempo jugando béisbol en un programa de su computador, otros revisan correos electrónicos, chatean, hablan en pequeños grupos. Son 20 en total.

A las 4 de la tarde, en punto, como todos los miércoles, se abre la puerta y Cecilia María Vélez entra y saluda en inglés al grupo. Todos guardan silencio y se acomodan en sus sillas. Es la quinta sesión del curso que la ex ministra dicta en la Escuela de Educación de la mejor universidad del mundo según varios rankings.

Fundada en 1636, la institución de educación superior más antigua de Norteamérica tiene el mérito de contar entre sus ex alumnos a 75 premios Nobel, ocho ex presidentes de Estados Unidos y 62 multimillonarios. Hoy, por sus salones y pasillos, van y vienen más de 20.000 alumnos. Ser invitado como profesor es un honor que recae sobre muy pocas personas.

No ha sido fácil adaptarse a su nueva vida. Durante 12 años, cuatro en la Secretaría de Educación de Bogotá y ocho en el Ministerio, Cecilia María se acostumbró al vértigo de los altos cargos, al estrés, a los problemas por borbotones. Su vida aquí comienza a marchar a otro ritmo.

“Todo el primer mes fue de adaptación, haciendo vueltas, leyendo y preparando clases. Ha sido un mes difícil”, cuenta la ex ministra. Doce años rodeada de asistentes, lo confiesa, hicieron que se olvidara de todas esas pequeñas tareas de la vida cotidiana, desde pagar cuentas hasta los engorrosos trámites de las embajadas y las visas.

La clase está dedicada en esta ocasión a analizar las distintas pruebas internacionales para evaluar la educación. Durante los ocho años que acompañó al presidente Álvaro Uribe, ella fue la encargada de que los estudiantes colombianos midieran por primera vez sus competencias frente al resto de mundo.

Si bien es cierto que entre los alumnos colombianos y los norteamericanos media una diferencia de 31 puestos en una de estas pruebas (Timss) que miden conocimientos de ciencias y matemáticas, la pregunta por estos días es la misma en un país y otro: ¿cómo lograr elevar la calidad en las escuelas? Los americanos no entienden por qué si son una superpotencia económica ocupan el décimo lugar, muy por debajo de Corea o Finlandia. En Colombia, la calidad en educación es la bandera del nuevo gobierno y una promesa que no resultará tan fácil de cumplir.

Esperando a Supermán

“Aquí en Harvard te sumerges en toda la discusión sobre calidad. Hay una cantidad enorme de información. Es un tema al orden del día en todos los países y en Estados Unidos es crítico porque ellos se comparan con los países europeos y ven que están por debajo”, dice la ex ministra.

No es una casualidad la aparición en las carteleras de cine de un polémico documental titulado Waiting for Superman en el que Davis Guggenheim, el mismo director de Una verdad inconveniente, explora las causas que subyacen al fracaso de la enseñanza pública de Estados Unidos a través de la vida de cinco niños en distintas zonas del país.

El documental está logrando que la discusión sobre la calidad no se quedé encerrado en círculos de especialistas como esta escuela de Harvard, sino que llegue a las revistas, periódicos, a la opinión pública en general. En Colombia, el tema de la calidad por fin comienza a asomar la nariz en la discusión pública.

Dice que está de acuerdo con la nueva política educativa: “El país está en el momento en que debe hablar básicamente de calidad. Seguimos con algunos problemas de cobertura, pero que no se solucionan si no solucionamos los de calidad”.

La pregunta en el aire es si es posible prometer calidad cuando el presupuesto en educación probablemente se mantenga en el mismo rango. “El trabajo en calidad tiene que ver con todo menos con plata. Usted necesita tener algunos niveles de fondos para garantizar pago de maestros e infraestructura. Pero no son los países que han dado grandes saltos en presupuesto los que han mejorado”, es su respuesta.

Le molesta que digan que no trabajó en calidad sino en cobertura: “La verdad es que dimos resultados en cobertura, pero lo que trabajamos fue calidad. Hay algo interesante, lo que hizo mi antecesor, Francisco Lloreda, me permitió a mí dar unos resultados. Así como lo que hicimos nosotros le va a permitir a este gobierno mostrar resultados”.

La ex ministra se refiere al asunto de los maestros. Al igual que lo sugiere el documental Waiting for Superman, cree que no se pueden tener buenas escuelas sin tener buenos maestros. Haber logrado, gracias al camino que abrió Lloreda, un nuevo estatuto docente que obliga a los nuevos maestros a presentar exámenes para ascender, competir por su lugar en la plantilla, es algo que la enorgullece. También el sistema de aseguramiento en educación superior. Dos piezas claves dentro de un modelo global de calidad. En su opinión hay que seguir trabajando con los maestros, “no para decirles qué hacer sino para acompañarlos en este proceso de ser innovadores e integrar la calidad”.

¿Cuál es entonces el punto débil de Colombia? “Hay una cosa muy importante y es la primera infancia. Por eso veo muy coherente la política de este gobierno. Una política para que estos niños entren con mejores niveles de desarrollo al sistema. Se puede pensar que es una política de cobertura, pero en realidad es la política de calidad más impresionante”.

Si el problema de la calidad no es de dinero. Si los paros de maestros prácticamente desaparecieron. Si ya existen evaluaciones y un monitoreo constante al desempeño del sistema. Y si la primera infancia es el eslabón que falta por completar. ¿Por qué tanto debate y qué hace falta por ajustar en el modelo pedagógico?

La ex ministra piensa por un instante su respuesta: “Cuando te enfrentas a los resultados de las pruebas hay algo que es apabullante y es que el clima escolar es fundamental. Cuando veíamos problemas en una escuela, malas relaciones entre profesores, peleas con los rectores, se afectaban los resultados académicos. El clima escolar es clave”. Por eso no olvida el día que visitó un colegio en concesión y el rector le dijo: aquí los niños me dicen que los quiera primero que ellos después aprenden.

“Uno se va dando cuenta de que los ambientes amorosos con los niños son una buena entrada para generar procesos de aprendizaje. En el liderazgo de los rectores hay que trabajar mucho. Necesitamos instituciones creativas capaces de resolver sus problemas”, concluye.

No tiene muy claro cuál será su rumbo después de Harvard. Por ahora toda su atención está concentrada en preparar clase, corregir trabajos de sus alumnos y responder decenas de correos de personas interesadas en conocer sus opiniones sobre temas educativos.

Antes de irse, una última pregunta: ¿qué sensación tiene al pasar de ser responsable de varios millones de alumnos a ser la maestra de tan sólo 20? La ex ministra sonríe y responde: “Le tengo más miedo a estos 20 porque los tengo al frente cara a cara”.

El Espectador

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